(Flashback) The payoff for having faith → Lucius

Cuando despertó esa mañana, tuvo el presentimiento de que sería un mal día. De por sí, levantarse le costó mínimo dos o tres intentos: tenías las sábanas pegadas a la piel y no parecían dispuestas a dejarla ir. Muy infantil de parte de la cama tenía que admitir, ella no tenía nada que ver. La (entonces) morocha se removía incómoda, intentando recordar que podía haber soñado que la inquietara tanto. Pero por mucho que lo intentara, su cabeza estaba en blanco. Sacudió su melena, al fin, y en un último intento casi desesperado se dignó a salir de debajo de la colcha. Se dio cuenta entonces que no sabía la hora exacta, bien podía estar llegando tarde. Solo le fue necesario un rápido vistazo para probarse lo contario. Su habitación estaba en silencio, solo una cama vacía. Bien, las cosas no estaban tan mal como parecían.

Con eso en mente, se tomó su tiempo para prepararse. La ropa no era su mayor preocupación, no tanto como su melena era problemática. El peine, de dientes gruesos y separados, pasaba difícilmente entre mechones de su oscuro cabello. Cuando hubo terminado, exhaló, tranquila y satisfecha, ante la maravillosa obra de arte. Lo había atado, en una media cola baja, para dejar ver su rostro pálido. Salió casi orgullosa al Gran Comedor, olvidado el temor primero de que algo saliera mal. En fin de cuentas, ella era ella. ¿Qué tan malas podían llegar a salir las cosas para que Narcissa no pudiese arreglarlas? Pues bastante, a decir verdad. El Comedor, abarrotado de gente, la hizo detenerse por un segundo, antes de continuar. Tomó su desayuno en silencio, meditando que tanto de bueno o de malo tenía esa mañana. Un punto a favor: había tomado sus libros para la primera clases… Que era… ¿Cuidado de Criaturas Mágicas? Sí. Algo así.

En el transcurso de la madrugada, Narcissa siguió acumulando puntos para un lado, o para el otro. Lo encontraba extrañamente recreativo. Y la verdad, más entretenido aún resultaba cuando todo oscilaba, iba y venía, sin decidirse por negativo o positivo, negro o blanco. La Slytherin supuso que el peso en la balanza cambiaría drásticamente si, por algún motivo, le hablaba. Podía ser tan obvia: no hacía mucho que había caído en la cuenta de lo pendiente que estaba del él, de Lucius Malfoy, como siempre terminaba mirándole si estaban en el mismo salón. Esperaba, muy en el fondo, que no se diera cuenta nunca.

Era un caso perdido. Cuando divagaba sobre él, sobre ella misma, sobre ambos, se distraía. Estaba en los pasillos de la primera planta, poco después del almuerzo. Parecía tan pacífica, infantil, riendo y hablando entre otras chicas de su edad. Pero estaba en otro lado. Tan lejos, que no se dio cuenta que alguien la miraba. Le fueron necesarios unos segundos para volver a sus sentidos, y devolverle la mirada a aquel descarado. ¿Cuál no fue su sorpresa, al encontrarse con el rostro en el cual había estado pensando cinco minutos atrás? Black se sonrojó salvajemente, antes de retomar la compostura y sonreírle, dirigiéndole un pequeño gesto con la cabeza. — Lucius. — Llamó alegre. No se le quiso acercar mucho, ella estaba con su compañía y él con la suya, y no sabía si era prudente mezclarse ahora. Quería tomar precauciones, aunque alguna que otra cosa se había llevado por delante, al descaradamente llamarlo por su nombre. No tuvo tiempo de sentir vergüenza. En su lugar, algo en su cabeza le dijo que en ese momento decidiría si ese era un buen o un mal día.