Solo quiero ropa (Braden)

Las vacaciones no están mal. De vez en cuando se necesita desconectar por un tiempo de las clases, los hechizos y los estudios. Pero a medida que va pasando el tiempo sin poder hacer magia y viviendo en una casa en la que ni siquiera mi madre puede hacer magia por petición de mi padre, hace que eche demasiado en falta mis clases en Hogwarts. A pesar de que me he criado en un entorno muggle y sin poder disfrutar de las maravillas del mundo mágico durante muchos años, el estar apenas un mes de vacaciones hace que me sienta un poco más alterada de lo normal. Necesito volver a clase, necesito la magia, necesito volver a Hogwarts. Suerte que ya queda poco para septiembre.

Aquel día habíamos decidido mi hermano y yo, que iríamos junto a nuestra madre al callejón Diagon a comprar lo que nos hacía falta para el próximo curso escolar. Teníamos la edad suficiente como para ir solos, pero a mamá le gustaba la idea de acompañarnos aun y lo comprendía, allí podía reencontrarse con el mundo mágico sin matar a papá del susto. Pero en cuanto llegamos al callejón Diagon, Jake aprovechó la oportunidad para escaquearse e irse por su cuenta. Mamá en seguida se preocupó por él y fue a buscarle alegando que yo era lo suficiente responsable como para estar sola y en eso estaba de acuerdo. Si en un futuro me convertía en madre, esperaba no contar con un hijo igual de problemático que mi hermano.

Entro a Madame Malkin, porque según mamá necesito una túnica nueva, aunque según yo, opino que no he crecido prácticamente nada en este año, por no decir que completamente nada. Me encuentro un poco distraída observando lo que debería comprar, por eso no noté lo que se me venía encima hasta que chocó conmigo haciendo que cayese al suelo envuelta en aquellas prendas — ¿Pero que...? — no me hizo falta terminar la frase para saber que había pasado. En cuanto escuché la voz de aquella persona entendí lo que había sucedido — Goyle, tenías que ser tú — me levanto del suelo con toda la elegancia posible para plantar cara a la que se ha convertido en mi rival en los últimos años — ¿Ya no te conformas con solo molestarme en el colegio? — sacudo mi ropa antes de volver la vista hacia ella, creo que ni en el último año podremos llevarnos bien — Esperaba que no nos encontrásemos hasta septiembre — habrían sido unas vacaciones maravillosas de haber sido así.

Todo había quedado hecho un desastre, moví rápidamente mi  varita para poder terminar de arreglar lo que estaba tirado, era una clienta habitual de la tienda por lo que estaba bastante familiarizada con el aspecto que debía tener la tienda. En realidad solo había pedido disculpas por cortesía, porque era lo que me habían enseñado y no podía dejar mal parado el apellido Goyle, no sentía en absoluto el haber golpeado a alguien, esa chica debió de haberse fijado por donde caminaba, era su problema, no el mío. Y cuando estaba por terminar de colocar las últimas faldas en su lugar reconocí esa vocecilla de duende que tanto conocía y odiaba a la vez ¿y cómo no hacerlo? Si la había estado escuchando desde hacía más de 6 años en mi habitación, en el gran comedor, en clases, en todos lados, los únicos momentos en los que no escuchaba su maldita voz era en vacaciones y ahora me la topaba, genial, simplemente genial.

No, en realidad tenías que ser tú. No me sorprende en absoluto que hayas sido tan torpe para golpear a la única persona en esta tienda y crear un total y absoluto alboroto. – le dije con vos cansada mirando hacia abajo ya que hacía varios años que era más alta y más hermosa y más inteligente, pero eso era otra cosa. Termine de colocar la ultima falda y rodé los ojos al escucharla.– ¡Créeme enana el verte era lo último que querría en mi vida, y te recuerdo que la persona que molesta en la escuela eres tú, con tu voz y tu presencia en cada lugar y espacio del castillo.–  
Me gire con la frente en alto para poder seguir viendo la ropa que podría utilizar y mientras estaba buscando la falda gire mi rostro hacia donde se encontraba. – ¡¿Además que haces aquí? Continúas del mismo tamaño desde tercer año, no creo que necesites una falda nueva. – Dije mientras reía un poco– ¡Aunque un cambio de imagen no te quedaría nada mal, si gustas puedo hacer una donación para eso, lo haría con mucho gusto, en mi familia siempre hacemos obras de caridad.–le dije antes de por fin entrar al vestidor y probarme la capa que por chocar con ella no había podido mirar.[/color]

Si había una de las pocas cosas que podía perturbar mi paz y tranquilidad, esa era la persona que tenía delante en aquellos momentos. De verdad que había esperado no tener que encontrarme con ella hasta el inicio de las clases, pero al parecer ese deseo no se había hecho realidad. Con gran pesar, me paso la mano por el cabello que ha quedado un poco revuelto por la caída, hasta que consigo colocarlo decentemente. — ¿Torpe? ¿Torpe yo? — realicé aquellas preguntas con gran sorpresa e incredulidad, como si no hubiera escuchado bien las palabras que acababa de pronunciar la castaña. — Has sido tú la que ha venido hasta donde yo estaba y me ha empujado. — aclaro como sino fuera lo suficiente obvio. Yo estaba totalmente tranquila, distraída si, pero no torpe. — Probablemente de forma intencionada. — añado con algo de pesadez.

Frunzo el ceño al escuchar la sarta de estupideces que salen de la boca de Goyle. La conozco desde hace demasiado tiempo como para pensar que alguna vez dirá algo con sentido común, pero aún después de tantos años, me sorprende que el sombrero la seleccionara en Ravenclaw. — ¿Te escuchas cuando hablas? Porque a veces pienso que solo te limitas a juntar palabras esperando que todas juntas adquieran algún tipo de sentido, pero siempre sin ningún tipo de éxito. — cuento hasta diez para tranquilizarme, no me gusta perder los papeles con nadie, ese no es mi estilo. Pero Goyle es el tipo de persona que es capaz de desquiciar hasta a la persona más tranquila del mundo, es su mayor habilidad. Y sobretodo no puedo quedarme callada si se mete con mi altura — ¿Te preocupas por mi crecimiento? Vaya, que considerado por tu parte. — remarco la ironía en cada una de mis palabras. — Aunque creo que deberías preocuparte más por el tuyo. A medida que creces el oxígeno cada vez te llega menos al cerebro. — ruedo los ojos de forma teatral y un leve suspiro sale de mis labios al pensar que aun me quedaba un año de compartir habitación con ella. — Supongo que empleaste las vacaciones en torturar gente, me compadezco de ellos. — hago un gesto negativo con la cabeza, no me gustaría estar en el lugar de esas pobres personas.