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Exiled. — Hermanos Yaxley.
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Exiled. — Hermanos Yaxley.
20 de agosto de 1977, 23:16 pm.
El Caldero Chorreante, Londres, GB.
El Caldero Chorreante, Londres, GB.
La tarde más aburrida de su vida. Así habría calificado Allen la tediosa tarde que tuvo que soportar con la vana compañía de Bulstrode para no soportar la visita de los Carrow al completo. Su padre le había levantado aquella mañana terriblemente temprano para darle la noticia de que los Carrow iban a almorzar a casa, excusándose bajo el pretexto de tener muchas y muy importantes cosas que hacer y ordenándole que sirviera de un buen anfitrión junto con su hermana. Aún habiendo estado confuso por el sueño, no había tenido que pensarlo un par de veces para llegar a la conclusión de que no soportaba bajo ningún concepto la idea de tener que aparentar ser una persona de lo más sociable y encantadora, así que antes de que Iskra se levantase se las había ideado para pasar el día fuera.
Craso error.
Dudaba que la compañía de los hermanos Carrow y sus padres fuera más insufrible que el almuerzo que tuvo que soportar con la chica Bulstrode, deseosa de aprovechar cada silencio de vacía conversación para meterle cuello, así que Allen decidió volver pronto a casa aquella tarde para distraerse un poco con, al menos, compañía algo más interesante. No debería haberse molestado. Nada más volver su padre le había salido al paso, cortante y autoritario como siempre, para darle una intrigante bienvenida.—Tu hermana se ha ido con Amycus para comer fuera. —Primer ceño fruncido de la tarde. ¿Sólo Amycus? ¿Qué había pasado con el resto de los Carrow? Expectante, miró a su padre con impaciencia.— Avísala. No os quiero en casa esta noche. —Genial. De haberlo sabido se habría quedado con Bulstrode. Idiota o no, al menos tenía ciertas formas de entretenerse con ella.
Su padre se encaminó al sótano tras darle la orden y él se quedó en su sitio, mirando al frente con desagrado. Consultó el reloj. Era tarde, alrededor de las diez, así que probablemente su hermana habría cenado hacía tiempo, a saber dónde. Contrariado, llamó al elfo de su hermana para darle un aviso. Mandarle una lechuza ahora era un método demasiado lento y no podía contactar con ella por red Flú porque ni siquiera sabía donde cojones se había metido.— Zmey. —Había escuchado a Bee nombrar a su elfo millones de veces y seguía sin salirle del todo bien aquel acento. Putos rusos.— Dile a mi hermana, en privado, que nuestro padre está terriblemente ocupado esta noche —estaba totalmente seguro de que ella le entendería a la perfección, no era la primera vez que su padre les pedía cordialmente que abandonaran la casa, aunque normalmente buscaba excusas más sutiles, como fiestas o cenas ineludibles en casa de algún respetado miembro del Wizengamot— y que nos encontramos en El Caldero Chorreante en una hora. Que no la reconozcan.
Dejó al elfo con las palabras aún sin murmurar en la boca y salió de la mansión con paso seguro. Los gritos de la tía del sótano empezarían a escucharse pronto y él no quería estar allí para entonces. Cuanto más silencio, mejor. Se dirigió, pues, al sitio más calmado que conocía -el puto Caldero estaba muy lejos de ser un lugar tranquilo-: los jardines de Yaxley manor. Allí permaneció cerca de media hora, echado sobre el tronco de un árbol, cavilando acerca de la tarde que habría pasado su hermana. Amycus Carrow no le desagradaba demasiado, se parecía mucho a él. Lamentó entonces haberse ido aquella mañana: un par de polvos con Bulstrode no le compensaban el aburrimiento que había pasado.
Se apareció un rato antes en el lugar acordado con la intención de tomar un par de cervezas. El alcohol y el tabaco se habían convertido en grandes aliados cuando de combatir el tedio se trataba, así que estaba seguro de que le sentarían la mar de bien. Reservó una habitación a su nombre y dejó dicho que le subieran algo de cenar y un par de botellas de Firewhiskey. Media hora después, consumida media botella de whiskey y gran parte de la cena, volvió a mirar el reloj. Su hermana se retrasaba.
Allen F. Yaxley- Prefecto de Slytherin
Re: Exiled. — Hermanos Yaxley.
20 de agosto de 1977, 23:16 pm.
El Caldero Chorreante, Londres, GB.
El Caldero Chorreante, Londres, GB.
Se sobresaltó cuando Zmey apareció frente a ella. Estaba sólo a unos metros de su casa, unos pasos más y cruzaría las rejas principales; que estuviera allí sólo podía significar una cosa. Fantástico. Después del día con Amycus, lo que en verdad le apetecía era meterse debajo de las sábanas—. Ama Iskra, amo Allen le ha pedido a Zmey que le informe que su padre está ocupado esta noche —Iskra suspiró. Estaría encargándose del temita que todavía estaba en el sótano cuando abandonó la casa. Era moneda corriente en su vida, el señor Yaxley muchas veces les obligaba a ausentarse de su propio hogar. Otras tantas, él mismo desaparecía. La elfina no se fue —como siempre que cumplía una tarea— tenía más para decir. Miró ambos lados del jardín con desconfianza, como si buscara algo entre los matorrales—. Si, Zmey —le obligó a proseguir—. Amo Allen también ha dicho que debe encontrarle en el Caldero Chorreante en una hora, y no deben reconocerle —¿una hora? Qué específico. No le perturbó la posibilidad de estar llegando tarde.
— Ve por mi capa de viaje, Zmey —ordenó—. Y que mi padre no note tu presencia —aunque no lo haría, no una vez que los gritos llenaran las habitaciones. Se encaminó hacia los altos matorrales que escondían el jardín delantero. El campo que rodeaba su hogar era tan amplio, que la casa parecía diminuta en la distancia. No podía ver a nadie, y nadie podía verla. No había caminantes casuales en el camino a su hogar, pocos muggles se aventuraban hasta ahí, muchos menos, tan entrada la noche.
Irreconocible. La elfina reapareció mientras se daba los primeros toques con la varita. En pocos minutos su cabello se aclaró, su nariz creció unos cuantos centímetros, y sus labios se hicieron más gruesos. Con la capucha puesta, no le reconocerían. De todas formas, nadie ponía mucha atención a los encapuchados en el Caldero Chorreante, los últimos días había demasiados—. Zmey, ve a casa de Amycus, dile que ha de fingir que todavía estoy allí —era mejor cubrir su rastro. Si su padre preguntaba, había pasado la noche en la casa de los Carrow. Amycus había llegado tarde, no le costaría decir que entraron juntos—. Haz de convencerlo —aunque no le llevaría mucho esfuerzo, ni tiempo. Era la clase de cosa que podían hacer por el otro. Siquiera hizo una reverencia, lo último que escuchó fue el crack que provocó su aparición.
Se demoró unos minutos en la oscuridad, dándose los últimos retoques. Apareció el Caldero, confundiéndose entre los clientes que ya estaban allí. Preguntó por su hermano en el mostrador. El número de habitación no costó más que una sonrisa, y una pequeña explicación para que no anunciara su llegada. Vio en el libro la hora anotada. Quince minutos tarde, eso no le gustaría nada a Allen. Firmó con el apellido de su madre, como había hecho otro millón de veces. Lo complicado del mismo despistaba, nadie se tomaba la molestia de leerlo dos veces. Soy una puta rusa, pensó, con sorna
Los pasillos estaban vacíos, o sus caminantes demasiado borrachos. Esquivó a un hombre que intentó tirar de su brazo. Puta rusa. Dio unos golpes suave sobre la madera, antes de darse cuenta que la puerta estaba abierta. Le dio un empujón, haciendo sonar los viejos goznes. Se recostó sobre el umbral, sin quitarse la capucha. Su hermano estaba cenando, la botella de whisky medio vacía, y los platos con unas pocas sobras. Carraspeó, aunque no hacía falta—. Qué maleducado, señor Yaxley —señaló, sabiendo que le importaría poco lo que tuviera que reprocharle—. Se espera a una dama para cenar —agregó, dando un paso al frente, cerrando la puerta a su espalda.
B. Iskra Yaxley- Estudiante de Slytherin
- Edad : 27
Re: Exiled. — Hermanos Yaxley.
El chirrío de la vieja puerta le avisó de que ya no se encontraba solo, aunque los suaves golpes sobre la madera que la habían precedido ya se habían encargado de ello. La primera impresión que tuvo fue que los hosteleros volvían para preguntarle qué tal había estado la cena y para llevarse el plato con las sobras, pero pronto llegó a la conclusión de que ninguno de los empleados que allí trabajaban habría empujado la puerta de aquella forma. No tuvo más que escuchar la voz del recién llegado para saber de quién se trataba. Llevaba fina capa de viaje sobre los hombros y el rostro medio cubierto por una capucha, hasta tal punto que resultaba irreconocible -tal y como él había solicitado-, pero la voz seguía siendo la misma. Era su voz, con ese retintín tocapelotas de siempre.
Dejó el trozo de pan que había estado comiendo hasta aquel momento en el plato y se limitó a masticar con parsimonia, saboreando a la vez el sabor tostado del alimento y las palabras agridulces de su hermana. Miraba a la mesa, demasiado concentrado en comer como para permitirse el lujo de mirarla de frente. Una vez hubo tragado, dio un sorbo a la botella de Firewhisky y, por fin, alzó el rostro hacia su hermana.— ¿Y dónde dices que está la dama? —Cejas alzadas, tono burlón, gesto indiferente. Su queja no pudo resbalarle más. Era un tío impaciente por naturaleza, así que le jodía que Iskra se empecinara en hacerle esperar siempre.— Son las once y veinte. Supuse que los Carrow te habrían dado ya de cenar. —Si aquello era una indirecta cargada de celos y segundos sentidos, Allen no lo dejó ver. Seguía sin saber qué pensar sobre el encuentro a solas entre su hermana y Amycus Carrow, pero prefería no darle demasiadas vueltas. Lo que fuera que hubiese pasado, estaba seguro de que Amycus jamás estaría a su altura; en ninguno de los sentidos.
Se echó hacia atrás en su asiento, saboreando el regusto amargo del whiskey en su paladar. La chimenea de la habitación estaba apagada, teniendo en cuenta que estaban en agosto, pero el ambiente de la estancia era cálido, demasiado para su gusto. Las noches de verano como aquella le resultaban agobiantes. Normalmente se iba a dar un paseo en escoba para distraerse o pasaba el rato jugando con su hermana, pero ambas opciones quedaban descartadas ante la lejanía de la mansión Yaxley. Era un coñazo tener que abandonar su propia casa sólo para que su padre pudiera distraerse tranquilamente.— Espero que el viejo no nos mande limpiarlo todo después. Es un puto mago, debería hacerlo él. —Quizá aquello era síntoma de que el alcohol empezaba a afectarle aunque fuera mínimamente. En general solía tener la cabeza suficiente como para saber que su padre era demasiado autoritario como para permitir quedar en una posición inferior a sus hijos. Jamás limpiaría por sí solo todo el estropicio generado.
Dejó el trozo de pan que había estado comiendo hasta aquel momento en el plato y se limitó a masticar con parsimonia, saboreando a la vez el sabor tostado del alimento y las palabras agridulces de su hermana. Miraba a la mesa, demasiado concentrado en comer como para permitirse el lujo de mirarla de frente. Una vez hubo tragado, dio un sorbo a la botella de Firewhisky y, por fin, alzó el rostro hacia su hermana.— ¿Y dónde dices que está la dama? —Cejas alzadas, tono burlón, gesto indiferente. Su queja no pudo resbalarle más. Era un tío impaciente por naturaleza, así que le jodía que Iskra se empecinara en hacerle esperar siempre.— Son las once y veinte. Supuse que los Carrow te habrían dado ya de cenar. —Si aquello era una indirecta cargada de celos y segundos sentidos, Allen no lo dejó ver. Seguía sin saber qué pensar sobre el encuentro a solas entre su hermana y Amycus Carrow, pero prefería no darle demasiadas vueltas. Lo que fuera que hubiese pasado, estaba seguro de que Amycus jamás estaría a su altura; en ninguno de los sentidos.
Se echó hacia atrás en su asiento, saboreando el regusto amargo del whiskey en su paladar. La chimenea de la habitación estaba apagada, teniendo en cuenta que estaban en agosto, pero el ambiente de la estancia era cálido, demasiado para su gusto. Las noches de verano como aquella le resultaban agobiantes. Normalmente se iba a dar un paseo en escoba para distraerse o pasaba el rato jugando con su hermana, pero ambas opciones quedaban descartadas ante la lejanía de la mansión Yaxley. Era un coñazo tener que abandonar su propia casa sólo para que su padre pudiera distraerse tranquilamente.— Espero que el viejo no nos mande limpiarlo todo después. Es un puto mago, debería hacerlo él. —Quizá aquello era síntoma de que el alcohol empezaba a afectarle aunque fuera mínimamente. En general solía tener la cabeza suficiente como para saber que su padre era demasiado autoritario como para permitir quedar en una posición inferior a sus hijos. Jamás limpiaría por sí solo todo el estropicio generado.
Allen F. Yaxley- Prefecto de Slytherin
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